Informe Anual
2015 - 2016

2016 El Año Internacional de las Legumbres

Aunque el arroz, trigo y maíz siguen ocupando un lugar privilegiado en la investigación global de cultivos de CGIAR, las legumbres poseen un enorme potencial para ayudar a enfrentar algunos de los retos más formidables en términos de dietas alimentarias y medio ambiente que enfrentan los pequeños agricultores.

Para el CIAT, el Año Internacional de las Legumbres (IYP 2016) de las Naciones Unidas brinda una buena oportunidad para celebrar los importantes impactos que nuestra investigación en fríjol común ha registrado hasta ahora, y para convocar a donantes y socios para que renueven su apoyo.

Cerca de 300 millones de personas dependen del fríjol común, lo que lo convierte en la más importante de las seis legumbres que cubre el mandato de CGIAR. En términos de producción global y área sembrada, la inversión de los donantes en investigación sobre fríjol común ha generado retornos especialmente altos. Según un estudio de 2008, el mejoramiento del fríjol tuvo un valor económico estimado de US$200 millones – más de 12 veces el costo.

Con frecuencia referido como la “carne de los pobres”, el fríjol brinda una fuente económica de proteína, carbohidratos complejos y micronutrientes valiosos. No obstante, incluso este alimento casi perfecto podía mejorar aún más. Investigadores del CIAT y sus socios nacionales usaron un enfoque de mejoramiento de cultivos llamado “biofortificación” – bajo el auspicio del Programa HarvestPlus de CGIAR – para desarrollar variedades de fríjol con niveles superiores de hierro. Estas variedades biofortificadas han sido adaptadas por más de medio millón de hogares rurales en la República Democrática del Congo y Ruanda, en donde la deficiencia de hierro es generalizada, en especial entre mujeres y niños.

Mediante años de técnicas convencionales para lograr el mejoramiento genético, científicos del CIAT además han tenido éxito en lograr que el fríjol sea mucho más resiliente a la sequía, cambiando el hábito ancestral de la planta de demorar la producción de semilla cuando se enfrenta a la escasez de agua. Dos claves para el éxito fueron la habilidad de los científicos para aprovechar la rica diversidad del fríjol salvaguardada en el banco de germoplasma del CIAT, y la explotación de ciertos rasgos de las raíces y los brotes que contribuyen a la tolerancia a la sequía.

En la actualidad, los mejoradores de fríjol del CIAT están trabajando para combinar la tolerancia a la sequía con rasgos asociados con mayores rendimientos en suelos deficientes. La idea es crear una nueva generación de fríjol que sea incluso más robusto en condiciones típicas de las pequeñas fincas.

Adicionalmente, hace algunos años, nuestros investigadores descubrieron que muchas variedades resilientes a la sequía ofrecen la ventaja agregada de tolerancia a temperaturas cuatro grados Celsius por encima de la “zona de comodidad” del cultivo. La mayoría de estas variedades que “vencen el calor” se obtuvieron de cruces entre el fríjol común y el fríjol tepario. Este último es una especie “hermana” poco conocida – otro de los recursos de alto valor mantenidos en nuestro banco de germoplasma – que fue domesticada en el clima árido del suroccidente de Estados Unidos y el norte de México, y que es más tolerante al calor que cualquier otra legumbre de grano. Algunas de las variedades que vencen el calor también han sido biofortificadas para incrementar su contenido de hierro.

Incluso antes de estos avances recientes, variedades modernas de fríjol con rendimientos y resistencia a enfermedades mejorados ya habían sido adoptadas en América Latina y en África subsahariana. Tan solo en esta última – gracias a los esfuerzos de los programas nacionales que hacen parte de la Alianza Panafricana de Investigación en Fríjol (PABRA), que el CIAT coordina – las nuevas variedades han llegado a más de 5 millones de hogares rurales durante la pasada década. No solamente han ayudado a los agricultores a fortalecer la seguridad alimentaria y nutricional, sino que también han mejorado los ingresos de los hogares mediante la venta de los excedentes de grano.

Por lo tanto, las bases ya están sentadas para que el fríjol asuma una función central en dar respuesta a dos retos estrechamente relacionados que enfrentan muchos países en desarrollo. Estos son los impactos del cambio climático (incluidas las temperaturas superiores y sequías más frecuentes) y los retos nutricionales como la prevalencia del hambre crónica y la desnutrición por falta de micronutrientes, así como la creciente incidencia de las enfermedades relacionadas con la dieta alimentaria, como diabetes y cáncer.

Para movilizar totalmente la ciencia del fríjol para hacer frente a estos retos, se requiere un importante impulso para consolidar la investigación que ha hecho posible los avances recientes en el mejoramiento del fríjol y además acelerar la diseminación de nuevas variedades mediante esfuerzos más concertados para fortalecer los sistemas de semilla, como lo están haciendo Etiopía, Kenia y Ruanda. En el transcurso del IYP 2016, resaltaremos los avances en estos y otros países.